A la salida del Ponte Vella sobre el Miño surgen dos alternativas para llegar hasta Cea. Los que continúen de frente, la opción más corta con algo más de asfalto, sufrirán la dura «Costiña de Canedo». Los que opten por desviarse a la derecha encontrarán también unas bonitas cuestas, mezcla del pavés de una Paris Roubaix y del temido muro de Grammont belga.
Esta vez no son cuatro días, el fin de semana da para poco, pero con el acuerdo tácito de que individualmente o por grupo estemos todos operativos para ferias terminar el camino de Santiago de Compostela, y con salida obligada desde el Monasterio de Oseira, un grupo nos proponemos llegar a Oseira y dejar nuestra parte cumplida, con esta premisa —Carlos, Samuel y Miguel— toman la delantera y se van cumplir su parte, previamente Francis, nos ha tomado la delantera y está en Orense cumpliendo su parte.
Como en veces anteriores —un fin de semana, da para poco—, salimos de Plasencia un sábado por la tarde, raudos, casi sin comer, damos caña al coche y nos vamos acercando a Galicia, al final recortamos tiempo y nos presentamos en Orense antes de lo previsto, pero de nada nos sirve pues la entrada la hacemos mal y perdemos unos minutos preciosos, en Orense se encuentra Francis, haciendo de anfitrión y allanándonos el camino en el albergue de Orense, pero de nada servirá. La planificación previa es que Samuel y Carlos hagan la etapa desde Orense a Tamallancos y al día siguiente ellos la hagan desde Tamallancos al Monasterio de Oseira, mientras que Francis y Miguel la hagan completa hasta Oseira, bonita empresa, la descripción de la etapa la haremos en la segunda de las opciones, aunque plantearemos hechos que nos acontecieron a ambos.
Y aquí está el primero, mientras algunos caminaban —Samuel y Carlos—, otros nos pegábamos con la hospitalera por su intransigencia al no tener los DNI de los compañeros, y avisándonos de que a las diez cerraba el albergue de peregrinos, recogimos a Carlos y Samuel, con el tiempo muy pegado a los talones y creyendo que no sería tan mezquina y tozuda, llegamos pasados dos minutos y nos cortó un traje, diciendo que habíamos estado de vinos por el centro de Orense, eso sí que nos hubiera gustado, ducha rápida y salida a cenar en la parte antigua de Orense, como no en Casa Samuel, donde llegamos los últimos pero pillamos el mejor paso de perdiz, terminada la cena nos recogimos, pues como siempre madrugamos y preguntamos donde poder desayunar cerca del albergue, nos encamamos con la esperanza de que los peregrinos compañeros de habitación no nos diesen la lata.
Con lagañas en los ojos y con mucho sueño, nos dirigimos al café que nos indicaron, estando cerrado, decidiendo hacer lo mismo que en Xunqueira de Ámbia, desayunar cada grupo por su cuenta, partiendo hacia la etapa, unos en coche hasta Tamallancos y otros pariendo a pie, pocos metros después de comenzar tintineó el teléfono indicándonos nuestros compañeros de fatigas que había bares abiertos y que nos esperaban para desayunar, pues estaba en el mismo camino y allí que nos presentamos.
Partiendo del albergue descendemos por la escaleras hasta la avenida la seguimos un tramo hacia la derecha. Entonces hay que girar a la izquierda por la avenida Bedoya y bajar hasta la altura del parque de San Lázaro. Por la rúa do Concello nos dirigimos a la praza Concepción Arenal y llegamos hasta el puente romano sobre el Miño. Recorremos sus 370 metros de longitud y continuamos de frente por la avenida de As Caldas. En el cruce de la cuarta bocacalle, donde vemos otra talla en piedra de Nicanor Carballo, tendríamos que haber girado a mano derecha por la avenida de Santiago, pero la conversación que llevábamos nos tenía estriados y nos despistamos, dándonos cuenta en la estación de RENFE, nos pusimos a mirar los GPS para no desandar el camino e ir entre chalets y por callejuelas desordenadas y jalonadas en la falda de la sierra a cual más laberíntica, ya en camino para desarreglar el entuerto, solicitamos consejo a un paisano, que nos indicó que íbamos en el sentido correcto, para pocos metros después ser conscientes de ello viendo la primera de las vieiras del camino. Continuamos por esta avenida con la tranquilidad de ver azulejos decorados con una vieira jalonando el suelo. Nada más pasar la gasolinera Velasco torcemos a la derecha por la calle Camiño Real.
Seguimos por ella y cruzamos la N-525. Al llegar al barrio da Pereira, giramos a la izquierda por la calle Camiño Real Soutelo, un repecho empedrado que recuerda a las clásicas de primavera del calendario ciclista. Llegamos hasta una plaza donde se encuentra la iglesia y continuamos la ascensión para cruzar de nuevo la carretera y subir por la calle Camiño Real Cudeiro Norte. Más adelante el Camiño da Costa nos regala restos de antiguo empedrado para conducirnos, tras unas curvas de herradura, bajo la ermita de San Marcos. En días despejados se obtienen bonitas vistas, algo truncadas por los árboles cercanos, pero en realidad no apetece mucho subir tras la paliza que nos estamos dando. Se acaba la piedra y el piso torna a ser compacto. En breve llegamos a Sartétigos, una serie de casas diseminadas salpicadas de viñedos e incluso ovejas pastando a sus anchas, a Francis, le saludan unos bicigrinos que en días anteriores habían dialogado con él en otros albergues ya que uno de ellos era paisano, continúan y continuamos ruta hacia Oseira nosotros.
Salimos a una pista asfaltada y torcemos a la derecha para continuar por un camino que sale a la carretera. A 50 metros la dejamos por la derecha, al pie del desvío hacia la Fonte do Santo. El camino asciende ligeramente y alcanza Outeiros da Forca. Dejamos atrás los últimos chalés y seguimos de frente tras cruzar la carretera, donde volvemos a interrumpir nuestra marcha para saludar a un belga y un francés, compañeros de fatiga de Francis días anteriores y con los que ha entablado amistad. El mojón jacobeo marca 96,606 a Santiago. Ánimo. Tras más asfalto bajamos por una pista de tierra hasta unas naves, donde se encuentra la gasolinera y área de servicio donde recogimos a Samuel y Carlos el día anterior, decidiendo hacer un receso y tomar las diez, hora muy turística para ello y de seguido a la N-525. Un camino al borde de la nacional nos conduce a Tamallancos.
Esta población de servicios alberga un pazo barroco del siglo XVIII y la iglesia de Santa María, remozada en el XVI sobre una base románica. Dejamos la población y por pista asfaltada llegamos en breve a Bouzas, localidad del Concello de Vilamarín.
Pasamos junto a la portada de su moderna iglesia de Santiago y de seguido cruzamos la N-525. Continuamos por un camino, junto a unos hórreos ruinosos, y tras un kilómetro y medio largo entramos en Sobreira. Despedimos esta aldea y nos dirigimos hasta un precioso puente de piedra, de los siglos XIII o XIV, sobre el río Barbantiño. Tras un barrio de casas derruidas llegamos a un cruce y, siguiéndolo por la derecha, entraremos en Faramontaos, aldea de la parroquia de Viña que pertenece al Concello de Cea. A la salida afrontamos una buena pendiente y proseguimos bajo la N-525 hasta Viduedo y su capilla de San Pantaleón.
Seguimos la nacional unos metros y la abandonamos por la derecha. Por un camino llegamos a Casasnovas, donde nos recibe un decorado con fuente, bordón y calabaza y, sobre todo, una indicación que reconforta, «Cea a 2 Km». Seguimos por un camino que serpentea entre unos pinos para cruzar una carretera y entrar en Cea. Pasamos junto al colegio público y bajo un puente de la vía rápida. En breve llegamos al albergue, junto al que destaca el hórreo en forma de L, encauzados por los antiguos hornos de leña llegamos hasta la praza Mayor.
Aquí siendo la hora adecuada, tomamos unas cervezas y decidimos reponer fuerzas, cuando terminábamos de hacerlo y nos disponíamos a marchar, llegan —belga y francés— los guiris a los que les invitamos a que compartan mesa y mantel, no son conscientes de la invitación hasta que Francis les da explicaciones previas y raudos nos dan mil gracias, y asombrados los dos nos quedamos cuando sacan sus agendas y anotan lo acontecido como hecho relevante para ellos en el camino a Santiago.
Reanudamos la marcha todos juntos, pero por poco tiempo, ellos deciden ir por Castro Dozón, nosotros a Oseira, dejando la torre del reloj a mano izquierda. Avanzamos de frente por la calle donde está situada la oficina de Correos para cruzar acto seguido la carretera, aquí nos despedimos de los guiris. Nosotros tomamos la variante de Oseira debemos fiarnos de las flechas y de las tallas de Carballo. Subimos por la rúa Lodairo, dejando a mano derecha el campo de fútbol, y tomamos una pista que avanza bajo un dosel de robles. El único, pero es que en época de lluvias puede parecer una de las calles de una piscina olímpica. Como no abundan las indicaciones, iremos prestando atención a los montoncitos de piedra que van dejando otros peregrinos. La pista termina en la carretera y llega de esta manera a Silvaboa.
La dejamos a mano izquierda y, sin dejar el asfalto, llegamos después de kilómetro y medio a Pieles, aldea del Concello de Cea. En el cruce de la carretera tiramos a mano derecha y seguimos recto por el desvío a Oseira. Antes de llegar al monasterio dejaremos a un lado la aldea de Ventela y su iglesia. Por fin, tras dejar a la derecha una moderna fuente y cruzar el río, llegamos a Santa María la Real de Oseira.
La primera vista del conjunto es la sobria fachada balconada de la hospedería, tras la cual salimos de la carretera para acceder al monasterio, donde están Samuel y Carlos, rápidamente vamos a refrescarnos el gaznate, observamos que hay más peregrinos, una australiana, que está buscando a su compañera de fatigas, una vez ya repuestos, decidimos ir a comer algo a O Carballiño, donde previamente el taxista les había indicado a Samuel y Carlos, no dimos con el sitio, pero dimos con otro y allí nos parapetamos a comer cocina gallega y brasileña.
Todos comentamos que el conjunto arquitectónico bien merece una visita, pero el tiempo apremia y debemos regresar a Plasencia, —mañana hay curro— dicen algunos, así que lo dejamos para otra ocasión, para cuando vengamos si es que nos da tiempo.
Localidad del Concello de Vilamarín situada al pie de la N-525. Destacan la iglesia de Santa María del siglo XVI, que conserva restos del antiguo templo románico, y el Pazo barroco del siglo XVIII.
La Villa del Buen Pan, así se le conoce a Cea. Su pan moreno apenas necesita publicidad y no hay ningún monumento histórico de la población que le arrebate el primer puesto. El nacimiento y desarrollo de Cea fluyó paralelo al del monasterio de Oseira. Los monjes encontraron en los vecinos un seguro suministro de pan y esta dependencia benefició a las dos partes. Uno de los datos más reveladores aparece a mediados del siglo XVIII en un censo, que viene a decir que prácticamente toda la población es panadera. Actualmente Cea cuenta con 20 hornos de pan y durante el mes de julio celebran una fiesta dedicada a este alimento tan necesario. El color, sabor y textura del pan de Cea es fruto de la elaboración por un proceso ancestral que se sigue escrupulosamente. Una mezcla entre harina de trigo, agua, sal y masa madre de una elaboración anterior. Los ingredientes son básicos pero el secreto sólo pasa de padres a hijos, generación tras generación.
El cenobio de Santa María la Real de Oseira es una fundación cisterciense —aunque hay diversas fuentes que defienden distinta teoría— del siglo XII asentado en el valle y rodeado de un espectacular paisaje. Los siglos XII y XII fueron las épocas de mayor esplendor del monasterio, comenzó a decaer hacia el siglo XIV y sufrió el mayor de los varapalos con la Desamortización de Mendizábal, que lo llevó al abandono total. No fue hasta el siglo XX cuando la vida monástica lleno de nuevo el vacío creado y gracias a ello hoy conviven en sus dependencias algo más de una docena de monjes. Desde finales del 2007, como fuente de ingresos, han retomado la elaboración de un licor llamado Eucaliptine, cuyos ingredientes principales son una combinación de varias especies de eucalipto. La fórmula se guarda bajo llave desde la década de los 60. En cuanto al arte, el conjunto del monasterio está formado por una iglesia románica fundada en el año 1239, tres claustros y una sala capitular.
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