CAMINO MOZARABE - Etapa 23

PUENTE ULLA - SANTIAGO DE COMPOSTELA

14/06/2014

Descripción de la Etapa

Veinte kilómetros trazados por un paisaje muy similar al de jornadas pasadas que, sin dejar de lado la red de líneas asfaltadas, nos acercará a Santiago a través del Concello de Boqueixón, situado a las faldas del Pico Sacro. Más adelante, Piñeiro y Angrois nos acercarán hasta el tramo empedrado de la calzada de Sar, último eslabón para afrontar el entramado de rúas de la capital. Ya no habrá flechas que seguir y sí la presencia de un rumor que sube de la misma plaza del Obradoiro.

Madrugamos bastante y recibimos la llegada de nuevos —Ana, mujer de Nacho, Gerardo y Agustina— acompañantes durante la noche que realizarán el último tramo con nosotros y vivirán alegremente los metros finales y la posterior celebración post camino. Como decía madrugamos y como no hay nada abierto, hemos pactado con la gerencia del alojamiento que nos dejasen café y bollería en la gasolinera para poder tomar algo solido antes de partir y no ir con el estómago vacío en la subida a Outeiro, último albergue del camino antes de Santiago de Compostela.

Iniciado el camino por la N-525, y antes de la señal de Ponte de Sarandón cogemos un camino a la derecha que pasa por un túnel y tras duro repecho sale a una pista asfaltada. Ésta nos lleva a girar dos veces seguidas hacia la derecha y conduce a una pista forestal. Termina en una pista asfaltada que seguimos por la izquierda para pasar entre la fuente y la capilla de Santiaguiño, edificada en el año 1676. Un pequeño paso más y llegamos hasta el albergue de Outeiro (parroquia de Vilanova, Concello de Vedra), que se encuentra emplazado en un entorno rural envidiable y en una posición estratégica más que privilegiada, a tan solo 16 kilómetros de la catedral de Santiago.

Por aquí el grupo va muy animado como anunciando lo que acontecerá posteriormente, según vamos devorando kilómetros los ánimos se van caldeado y nos haciendo más vulnerables y vamos comentado anécdotas de etapas anteriores, también vamos preguntando a Félix Macías por su maltrecha pierna al ser cada vez más ostensible su cojera, pero el valientemente nos responde que —todo va bien y que gracias— pero el termina en Santiago de Compostela.

Hoy, sin calles que atravesar, ni semáforos que cruzar, comenzamos nuestro último trámite desde esta atalaya privilegiada con olor a eucalipto. Desde el albergue, a la derecha, retomamos el amplio camino que se interna en la foresta de Vedra. Será el último entorno sin viciar que nos resta hasta Santiago. A los dos kilómetros, tras avanzar siempre de frente, pasamos una pista para llegar en breve a otra asfaltada. Junto al crucero levantado, dejando al frente Ardarís y entrando de esta forma en la parroquia de Lestedo y el Concello de Boqueixón, giramos noventa grados a mano derecha y continuamos por piso de asfalto. Rodeados por un rosario de viviendas con sus correspondientes parras llegamos a un punto en que las flechas nos indican seguir de frente y el mojón jacobeo que giremos a la derecha. Sin dudarlo, seguimos éste último para llegar hasta Rubial.

Pasamos junto a un pazo almenado. Junto a él hay un crucero de granito cuyo pedestal es circular y tiene las imágenes de Cristo en el anverso y la Virgen Dolorosa en el reverso. Nada más dejarlo hay que girar a la izquierda y bajar hasta una carretera, que cruzamos para continuar de frente. Rodeados de un amplio escenario de prados llegamos a un paso bajo las vías del tren y continuamos para cruzar un puente y entrar por una esquina en Deseiro de Arriba, perteneciente a la mayor parroquia de Boqueixón, Sergude.

Pronto somos conscientes del rodeo que estamos dando, ya que salimos a un cruce y giramos a la izquierda como si volviésemos hacia atrás. En 150 metros nos desviamos, ahora a la derecha, y ascendemos hacia la aldea de A Gándara. Detrás nuestro se alza el pico Sacro, monte vinculado a la Translatio, la conducción del cuerpo del apóstol desde Iría Flavia a Compostela. Según la historia, en esa montaña pacieron los dos toros bravos que los discípulos de Santiago amansaron para tal empresa. Continuamos junto a una serrería y tras diversos cruces llegamos a la AC-960. Giramos a la izquierda y llegamos al cruce de la N-525, tras el cual entramos en A Susana.

Accedemos por una calle algo estrecha y, tras dar un rodeo, cruzamos una carretera y, junto a un pequeño merendero, pasamos bajo la N-525. Acto seguido salvamos un arroyo y nos desviamos a mano izquierda. Subimos por pista asfaltada y en breve nos desviamos a la derecha (la cuenta atrás del mojón jacobeo ya sólo marca 7,998 kilómetros hasta Santiago). Nos quedamos sorprendidos, porque el camino se nos está haciendo muy corto, ya que el buen ambiente existente parece que va como acortando los kilómetros. Reconfortados por esta bonita cifra llegaremos hasta el lugar de Cañoteira de Marrozos. Pasamos un puente sobre las vías del tren y, tras torcer a la izquierda, iniciamos un fuerte repecho. En el descenso disfrutamos de amplias vistas del valle, salpicado de urbanizaciones que se descuelgan por sus laderas. Santiago se intuye muy cerca. En el descenso giramos a la derecha y, más adelante a la izquierda, para cruzar las vías del ferrocarril y entrar en Vixoi, del Concello santiagués.

Más adelante llegamos hasta la ermita de Santa Lucía, emplazada en la cota más baja de la jornada. Doscientos metros después llegamos hasta Piñeiro, donde afrontamos la cuesta de la calle Camiño Real de Piñeiro, que en breve pasa a ser camino, aquí Julián y Miguel disfrutan de las tareas agrícolas que están realizando los lugareños y del olor a heno que nos impregna e invita a fotografiar, ya que el día invita a ello. Siempre hacia arriba vamos a cruzar bajo la AP-9 y, de seguido, sobre las vías. Donde comenzamos a escuchar los sones de las gaitas gallegas de las fiestas del barrio de Angrois, aunque se tornaron las caras rápidamente. Estremece pasar sobre el lugar del trágico accidente ferroviario del 24 de julio de 2013. Requiescant in pace. Un momento de reflexión, oración y descanso para entrar en Angrois, al que más y al que menos se le encogió el corazón y le afloraron las congojas, también fue casualidad que justo cuando estaba realizando una fotografía pasará un tren —¡uf sin comentarios…! — camino a Santiago.

Ascendemos el Camiño Real de Angrois y, tras cruzar una carretera, tomamos el piso empedrado de la calzada de Sar. Al frente, no muy lejos, la visión clara de las torres de la catedral de Santiago. Tras más de seiscientos kilómetros recorridos, digan lo que digan, hasta la persona más fría no puede evitar el subidón de adrenalina que supone eso. Así, con el corazón a mil por hora, llegamos a la rúa da Ponte do Sar y cruzamos el puente.

Afrontamos la dura subida de la rúa do Sar y la rúa do Castro Douro. Tras el último gran esfuerzo alcanzamos el alto y, a falta de flechas que señalicen la llegada, cruzamos la calle y pasamos bajo el arco de la Porta de Mazarelos, la única puerta de la antigua muralla que resiste en pie. Llegamos así a la praza da Universidade y continuamos de frente por la rúa da Caldeireiría. Tomamos la primera bocacalle de la izquierda, la descendente rúa de Xelmírez, y la seguimos para entrar en la praza das Praterías, situada junto a la fachada del tesoro de la catedral. Los últimos pasos nos encaminan hacia la praza do Obradoiro, donde vamos comentando lo que marca la tradición de la que nos ilustra Julián y Montaña. Aquí, donde confluyen todos los Caminos y peregrinos del Mundo, después de 660 kilómetros desde Plasencia, el viaje toca a su fin.

Además de todos los motivos estéticos y artísticos que hacen de esta plaza un marco incomparable, el simbolismo como final del Camino de Santiago la hace todavía más especial. Millones de peregrinos de todo el mundo han pasado a lo largo de cientos de años por esta plaza para completar la etapa final del camino y entrar a la Catedral por debajo del Pórtico de la Gloria. No hay un día en el que no llegue un nuevo peregrino a Santiago y que admire la catedral desde la Plaza del Obradoiro.

Una de las cosas que más me gusta de esta plaza es que, después de admirar toda la magnitud de sus edificios hechos completamente en piedra, se puede apreciar la naturaleza verde tan típica de Galicia detrás del Ayuntamiento. Así, esta mezcla de naturaleza y arte creo que son lo que hace a esta plaza tan especial y la diferencia de otras españolas, como la típica plaza mayor castellana.

Tras realizar las correspondientes fotografías de rigor, Samuel toma la palabra para expresar el agradeciendo a todos los presente y a los no presentes y que han compartido con nosotros muchos y buenos momentos, haciendo patente que su presencia está en el corazón de cada uno de nosotros y por lo tanto con nosotros, aquí vemos como aquella pequeña historia que comenzó en tierras extremeñas está llegando a su fin.

Hacemos un intento de subir la escalinata de la catedral, pero al estar cerrada la puerta, regresamos sobre nuestros pasos para admirar el Pórtico de la Gloria, para dar el abrazo al Santo y descender a su sepulcro, tenemos que entrar en la Seo, la mayoría entra en la catedral, algunos se quedan a oír misa de peregrinos y mientras otros observan atónitos la majestuosidad de la catedral, Miguel reencargado de las credenciales de todos se dirige a la Oficina del Peregrino. Está en la rúa do Vilar, 3, muy cerca de la fuente de las Platerías. Espero nuestro turno, relleno un pequeño formulario de grupo, nos ponen el sello de Santiago en la credencial y nos darán, si así lo queremos, la Compostela (gratuita) y el también opcional Certificado de Distancia, donde aparece el día y el punto de inicio de la peregrinación, los kilómetros realizados, además del día de la llegada y la ruta por la que se ha peregrinado bajo el módico precio de 3 euros, aquí entrego también la credencial de Thor, intentando colar a Thor —perro de Soledad y Rufino— como un peregrino más, manifestándole la persona que me atiende que si vamos a los religiosos le bendecirán, pero que no pueden dar la compostelana a un animal. Los últimos años recomiendan desde la Oficina del Peregrino sellar un par de veces por día la credencial en Galicia, entre medias y al final de etapa, pero si no se hace no pasa nada, a nadie que recorra al menos los últimos cien se le niega la Compostela.

Una vez realizada las visitas y llamadas pertinentes a familiares y amigos, seguimos la rúa do Vilar, recordando el paso por Vilar de Barrio para irnos al parque de la Alameda, donde realizamos otras fotografías y vamos a la terraza de un bar justo a la salida de la calle a Vilar a degustar unas cervezas gallegas a sabiendas de que nos pegaran un buen palo económicamente hablando, aquí también recogemos la información del lugar donde comeremos.

En un principio, pernoctaríamos en Santiago de Compostela, pero según nos acercábamos al final de etapa la idea de Miguel de acercarnos a ver a un amigo suyo en las rías bajas tomaba cada vez mayor fuerza, tal fue el eco que finalmente y antes de llegar a Angrois, decidimos llamar por si tuviera algún problema en el hospedaje —cosa que Miguel nunca puso en duda conociendo a Javier y a su familia—, así que después de comer, fuimos a por los coches a Ponte Ulla para posteriormente irnos rumbo a O Grove —Hotel Mar del Norte— concretamente en San Vicente do Grove.

Llegamos al Hotel y hubo un gran saludo entrar amigos, preludio del trato que dan a todos sus huéspedes y como dice Javier —los amigos de Miguelón, son mis amigos—, después de tan grato recibimiento nos instalamos y nos cambiamos para ir a darnos un chapuzón, unos en la piscina del hotel y otros en la playa Área da Cruz, —sigo haciendo de anfitrión— y explico el entorno y visitamos la playa Mexilloneira, y regresamos al hotel, parece que el entusiasmo o el cansancio está haciendo mella en el personal, pacto una cena con la señora Pilar, previamente he consultado a las señoras si tenían antojos y veleile —Montaña quiere mejillones al vapor— los hay y de varias formas —vapor, vinagreta,…— cocinados, culminamos la cena y hacemos una sobremesa más corta de lo habitual pues vamos a la barra al tomar unos chupitos y unos piden tregua y descanso y otros bajamos a O Grove a conocer la localidad y la noche a la vez que tomamos unas molestias. Los tres mosqueteros —Samuel, Nacho y Miguel— placentinos se acercan a tomar algo, regresan pronto.

Que Ver, que hacer...

  • Santiago de Compostela

    Por fin, Santiago de Compostela y sus torres barrocas de la catedral. La meta de la gran ruta jacobea. Santiago es una gran ciudad que supera los 95.000 habitantes que compagina la modernidad de la plaza Roja y el aeropuerto de Lavacolla con el halo misterioso, religioso, romántico y cosmopolita de su ciudad vieja. El feliz caminante descubre una ciudad de piedras oscurecidas por el paso del tiempo y por la humedad. Rúas viejas con olor a Ribeiro y a pulpo se diseminan por todo el Casco Antiguo. La catedral, en plena plaza del Obradoiro, representa el culmen del Camino. En ella descansa, según la leyenda, el Apóstol que ha hecho que millones de peregrinos emprendan un viaje lleno de cansancio y experiencias que se convertirán en recuerdos para toda una vida. Lo mejor es hacerse con alguna espléndida guía que le haga recorrer con sentido por la histórica ciudad. Entonces comprenderá mejor la belleza del precioso y filigranero Pórtico de La Gloria, obra del Maestro Mateo, la plaza de las Platerías, el Ayuntamiento, la Azabachería, el Hostal de los Reyes Católicos y cada losa de la impresionante plaza del Obradoiro.

Galería Fotográfica

Conclusión

Ya concluido nuestro peregrinar y sin tareas por hacer, no madrugamos, nos levantamos algo más tarde de lo habitual, tranquilamente desayunamos y nos acercamos a conocer la localidad de O Grove, siendo gratamente sorprendidos pues los hosteleros y el concello do Grove han decidió hacer una fiesta pirata montando un mercadillo en el paseo marítimo colocando multitud de puestecillos de venta de regalos y gran parte de los juegos tradicionales de la localidad que ha sido rescatados por la escuela taller del municipio y a los que nos sumamos como unos chiquillos más, eso sí con unos cuatros años más, disfrutamos como enanos y llegada la hora de las cañas regresamos sobre nuestros pasos para ir al archiconocido bar de pescadores cercano al puerto (rico) donde algunos disfrutan viendo y oyendo las historietas de los allí presentes. Regresamos al hotel donde hemos pactado la comida con un arroz con bogavante con Javier y la señora Pilar, siendo agasajados con unos entrantes previamente no pactados, aquí algunos dejan de comer solo arroz y comienzan a utilizar los alicates del marisco degustando sus sabrosas patas y vientre, hasta Samuel se suma al evento, acontecimiento que nos sorprende a más de uno.

Recogemos las pertenencias y salimos dirección Combarro, pues Félix Macías quiere visitarlo y regresar con unos agasajos para la familia y como está de camino hacemos un tour por la costa y nos parapetamos en Combarro, lugar que visitamos y donde adquirimos obsequios para familiares y amigos para entregar en nuestro retorno, pactamos una parada en Mombuey para hacernos de su pan y cecina, pudiendo adquirir tan solo el pan por estar cerrado la carnicería, continuamos nuestra regreso hasta Plasencia.

Todo llega a su fin y este relato también tiene que llegar… que cada cual haga su final.

Pasos que unen, cumbres que inspiran.