Madrugamos de nuevo, pues tenemos que desplazarnos a Valdestillas donde concluimos ayer nuestra etapa, desayunamos en el albergue y regresamos con una baja, pues Emi no quiere acompañarnos debido a dolores en la planta del pie. Volvemos a pasar por la calle del porro en la localidad de Serrada y nos vuelven las sonrisas al oír al tom tom nombrarlo. Llegamos a Valdestillas (Valladolid) y dejamos el coche en el mismo lugar que el otro día. Comenzamos nuestra andadura dirección norte por la calle Real, una larguísima calle dirección a Valladolid. A la salida del pueblo en una curva a izquierda, tomamos la calle Esperanza que confluye en la avenida Valladolid hasta que la vía y la estación de tren nos obligan a buscar el puente sobre el río Adaja, con vestigios de obra romana en su base, que era un antiguo apartadero de ganado. Aquí confluyen varios caminos y cordeles. Nosotros tomaremos la vía pecuaria número VP-9003 —Cañada Valdestillas – Alcazaren—. Por él se cruza a la otra orilla para continuar durante 700 metros por la carretera que lleva hacia Puente Duero, vemos marcas del camino de Santiago de Madrid en nuestro trayecto y nos recuerdan nuestra andadura anterior. Vemos una señalética muy específica con “Ultreya”, un saludo entre peregrinos del Camino de Santiago. También sirve para animarse unos a otros en sus jornadas a pie. Viene a significar “Vamos más allá”, “Vaya adelante”, “Date prisa, sigue adelante”. Pocos metros después vemos un camino a la izquierda que seguimos y nos encontramos con la vía del tren de alta velocidad, teniendo que bajar un pequeño pero empinado terraplén para poder pasar bajo el viaducto tendido para la línea de Alta Velocidad, y pocos metros después surge el camino que corre paralelo a la calzada, pero entre los pinares, es la VP-9003. También no llevamos un gran susto pues nada más bajar el terraplén de la línea de Alta Velocidad paso el AVE. Es la forma de llegar, en 6 km. más, hasta la localidad de Puente Duero (Valladolid), en este trayecto encontramos multitud de ciclistas. Ya en Puente Duero, a las once, procedemos a reponer fuerzas y al igual que el otro día, encontramos una tortilla de patatas que sacia nuestros estómagos con otras viandas ibéricas y como no unas frías cervezas. Terminamos de reponer fuerzas y continuamos el camino.
Como dijimos anteriormente nos encontramos frente a la línea de Alta Velocidad sin poder cruzarla. Para solventar el problema, hay que coger el primer camino que sale a la izquierda paralelo al río Adaja y continuar por él hasta cruzar la línea de alta velocidad bajo el puente. Aquí hay que girar a la derecha y seguir la pista paralela a la alta velocidad hasta llegar a la carretera. Seguiremos por la pista ahora paralelos a la carretera para continuar por la cañada real burgalesa hasta Puente Duero, coincidiendo nuestro trayecto con el Camino de Santiago de Madrid.
Si el origen de Valdestillas se vinculaba al camino, el de Puente Duero queda claramente vinculado al paso sobre el río Duero, que siempre existió aquí. La mejor prueba es el espléndido puente medieval que ha superado avatares como el de la voladura al que fue sometido por las tropas francesas en 1812, durante la Guerra de la Independencia. Su posterior reconstrucción, en la que no perdió su buena estampa, se acometió a mediados del siglo XIX.
Parte de su encanto, y resistencia, se debe a la estrechez de su paso, que se desahoga con pequeños ensanches habilitados para que vehículos y personas pudieran compartirlo en armonía. También, su perfil ligeramente alomando, le dota de personalidad. La importancia de este puente fue muy destacada en el camino entre Valladolid y Medina del Campo, y entre sus méritos hay que apuntar el de soportar hasta finales del siglo XX un tráfico tan denso que a menudo terminaba en colapso, generando largas colas de vehículos a ambos lados.
Continuando con nuestro camino y nada más cruzar el puente vemos a la izquierda un ramal del camino de Santiago de Madrid que va a Simancas. Nosotros vamos por la calle Real que enlaza con la Cañada Real Burgalesa a Valladolid. Algunos ciclistas se interesan por nuestro deambular y nos saludan y preguntan de dónde venimos. Y después de contarles nuestro proyecto nos dan ánimos y saludos para médicos residentes en Plasencia sobre todo a Montaña ya que ella comparte consulta con alguno.
Continuamos y dejamos atrás Puente Duero y nos damos de bruces con el pinar de Antequera, gran pulmón al sur de Valladolid. Son mil hectáreas de monte, sobre todo de pino piñonero (pinus pinea), por las que los vallisoletanos salen a correr, a pasear, a hacer otros deportes o, simplemente, a pasar el día cuando hace buen tiempo. La cañada real merinera o de Puente Duero es, en realidad, la continuación del Paseo Zorrilla. Los ganados merinos tomaban ese paseo en Valladolid, seguían por el pinar de Antequera hasta Puente Duero y luego hasta Valdestillas. Conserva, lógicamente, más anchura que cualquier otro camino. De todas formas, la actual carretera de Valladolid a Puente Duero también era —y es— cañada real. A pesar de su cercanía a la ciudad es un lugar ideal para observar también la fauna típica de las tierras de pinares: zorros, ardillas, conejos, pájaros carpinteros, palomas torcaces…
Ya en los suburbios de Valladolid, vemos hasta ahora el único rebaño de ovejas churras —raza ovina originaria de Castilla y León—. Nos comentaron los lugareños que de aquí en adelante encontraremos más y con buen queso, sobre todo en la zona del Cerrato, por la localidad de Baltanás (Valladolid), pero eso será más adelante, ya llegaremos y probaremos, —seguro, fue nuestra contestación—, añadiendo Montaña que el grupo se llama Queso Fresco.
Nos adentramos en Valladolid tras cruzar la circunvalación VA-30 y el asfalto comienza a ser pesado y monótono, sobre todo porque es una inmensa recta, una avenida tras otra. Terminamos la cañada real y comenzamos el paseo Zorrilla, al final, el mismo Presi Carlos ZP comienza a notar signos y síntomas propios de los alérgicos y asmáticos, debido al parque que se encuentra al finalizar dicho paseo. Sabemos que terminamos nuestro camino por hoy, pues nos faltan pocos metros para la plaza mayor de Valladolid. Entramos por la calle de Santiago —calle que hace honor a su nombre por encontrarse salpicada de conchas metálicas haciendo honor al camino de Santiago, al igual que las avenidas anteriores— y finalizamos la etapa entrando en la plaza mayor. Continuamos unos metros más para degustar unas cervezas que bien nos las hemos ganado. Vamos a la zona de cañas vallisoletana pues hemos terminado con hora para ello. Después de refrescarnos nos dirigimos a por la logística y a por Emi, primero a Valdestillas y luego a Medina del Campo habiendo quedado en el Hotel Topacio, lugar de reposo para nuestros maltrechos cuerpos.
Ya duchados, nos desplazamos a Decathlon Valladolid, para ver las ofertas existentes en calzado pues Pedro, Carlos y Miguel quieren cambiar de calzado, en futuras etapas, y ya que vamos cargaremos de otras cosas ¡es lo propio!. Se nos hace tarde, nos vamos a cenar y descansar para la consiguiente etapa de mañana en la que tenemos nuevos compañeros —Samuel y Juan Manuel— que vienen de Plasencia.
Puente Duero fue una localidad independiente, con Ayuntamiento propio, de facto, le convertía en un pueblo independiente de Valladolid, aunque en realidad no tenía territorio propio, pues sus tierras pertenecían a la capital, hasta su anexión al de Valladolid en el año 1960. Hoy, es un barrio más de la ciudad hasta el que llegan los autobuses urbanos, que pueden constituir para los peregrinos de a pie la mejor forma de acercarse a conocer los muchos atractivos monumentales e históricos de la capital vallisoletana. Es difícil encontrar en la provincia una encrucijada de caminos como Puente Duero, a los que se han ido añadiendo senderos más modernos, como el que se conoce como GR 14 o Senda del Duero.
La ciudad de Valladolid, con una población cercana a los 350.000 habitantes, es hoy la capital de la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Su origen está unido a la repoblación de la línea del Duero durante la Reconquista. La teoría más aceptada es que surge como un pequeño núcleo rural estratégicamente situado en una elevación entre el ramal norte del río Esgueva y el río Pisuerga en la primera mitad del siglo XI. A finales del siglo XI el Rey Alfonso VI dará el Señorío de la Villa a un noble leonés llamado D. Pedro Ansúrez, cuya escultura, obra de Aurelio Carretero (1903), puede verse en la Plaza Mayor.
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