Descansados como niños chicos nos levantamos y preparamos nuestros bártulos pues concluimos nuestro peregrinar por esta vez, bajamos a desayunar al hotel y nos llaman Samuel y JuanMa, que seguro han madrugado. Nos indican que están justo en el estadio Zorrilla del Valladolid, les damos las indicaciones para que vengan al hotel, solo han de seguir la VA-30 y desviarse en la salida 15 dirección el polígono de San Cristóbal. Cuando estamos acabando de desayunar se presentan y ya puestos toman el correspondiente café antes de partir dirección al centro de la ciudad de Valladolid, donde dejaremos los coches y a Emi que decide no participar con nosotros en la etapa. Partimos hacia el parking más cercano a nuestra salida según el GPS.
Dejamos los vehículos y vamos a nuestro punto de partida, la plaza mayor. Tomamos la salida dirigiéndonos hacia la calle Lencería, justo a la izquierda según se mira el ayuntamiento. Salimos por ella para tomar la calle Platería y continuar hasta la Iglesia de la Vera Cruz, bordeándola por la izquierda continuando hasta el Convento de San Pablo y San Gregorio, junto al cual está el Colegio de San Gregorio en cuyo interior está el Museo Nacional de Escultura, siguiendo por la calle Cardenal de San Gregorio que confluye en la Santa Clara que continua en la Avenida de Palencia, lo que nos indica que vamos por buen camino. Al cruzar el paso del cauce del río Esqueva divisamos unas anátidas y entramos en la Avenida de Santander, confirmando nuestro destino. Proseguimos por la misma hasta la circunvalación VA-20 donde termina la ciudad y comienza el polígono industrial. Ya a las afueras de Valladolid, cruzamos la VA-30, confirmando que hemos abandonado Valladolid, comenzando los campos de Castilla con sorpresas, pues el trazado realizado por Miguel va directo a la Base Militar El Empecinado. No pudiendo pasar tenemos que bordearla, —realizando casi un kilómetro más de lo trazado— al igual que su campo de tiro posteriormente.
La ruta de la ribera del río Pisuerga discurre por un terreno asfaltado, paralelo a la carretera de Valladolid, luego encontramos un sendero de tierra hasta la ermita del cementerio. Según cuenta la tradición, junto a esa ermita se levantó una iglesia de la Orden de los Templarios. Entre la ribera y la senda, dejamos fértiles tierras de labor que antaño contuvieron un poblado vacceo — pueblo prerromano—, conforme manifiestan los restos encontrados hoy en día.
Según nos acercamos a Cabezón de Pisuerga (Valladolid) nos encontramos a unos lugareños que nos indican que tenemos a pocos metros la localidad y vamos a reponer fuerzas, pero para eso aún queda casi un kilómetro. Ya en la localidad encontramos junto a un semáforo el Mesón Los Arenales, donde degustamos nuestras viandas y la rica cerveza. Acabamos de tomar las molestias y proseguimos nuestro camino.
Tomando una senda que nos llevara a nuestro track inicial, encontramos algunos ciclistas pues se está realizando una competición de BTT en el cerro Altamira, que discurre por el típico paisaje cerrateño. Avanzamos durante un kilómetro por la carretera —también cañada real— y dejamos a la derecha el campo de tiro militar. Enseguida torcemos a la izquierda para subir —poco a poco— hasta el páramo. Como el camino es ligeramente empinado, podemos disfrutar de un estupendo paisaje en el que cobra especial importancia la vegetación de los linderos y baldíos. Es el momento de observar las mil variedades de plantas de la paramera y, si fuera final de la primavera, asistiríamos a una particular sinfonía visual en la que se darían cita todos los tonos y colores. Y arriba, girándonos 180 grados se abre a nuestra contemplación el gran valle del Pisuerga, con el río y Cabezón en primer plano, y el antiguo monasterio de Santa María de Palazuelos, estratégicamente situado en el valle.
No sólo contemplando el paisaje, sino también, las diferentes aves que vuelan debajo de nosotros. Hemos visto varios cernícalos cernidos por el viento y muy posiblemente, un halcón, pues en los cortados pueden tener sus nidos y dormideros. En la zona cultivada del páramo no faltarán cogujadas, algún triguero —siempre solitario en un poste o punto sobresaliente—, collalbas que nos acompañarán por delante durante un buen tramo… mencionar en la subida vimos restos de antiguas casas trogloditas, excavadas en la ladera y las bodegas que bien nos hubieran reconfortado al paso por las mismas con un buen clarete fresco, después del paseo matutino que llevamos ya en nuestras piernas.
A todo esto, el agua ha comenzado a caer sobre nuestras cabezas y el grupo se ha disgregado. Un grupo —Carlos, Pedro y JuanMa— va por delante, el resto de la tropa —Julián, Montaña, Samuel y Miguel— por detrás. Al llegar al alto, el grupo delantero ha seguido la carretera y a nosotros, en cierto modo, nos obliga a seguir el mismo camino, dejando la localidad de San Martín de Valveni a la derecha, y lo peor de todo que realizamos el 80% del camino por asfalto y el tramo de camino fue por la vía de servicio del AVE, tomando posteriormente la carretera VP-3003, aún quedan 5 kilómetros para el núcleo urbano. Por Valoria también pasa el Pisuerga, o sea, que esta localidad, además de ser buena y tener valor, tiene un poco de todo.
Por cierto, que en Valoria la Buena (Valladolid) se elaboran muchos y buenos productos: pan (familia Romero), vino (Pilcar), queso (Quevedo), dulces (Acebes)… ¡Total! que estamos en un pequeño paraíso. Es fácil imaginarse cómo sería hace casi 3.000 años cuando los habitantes del poblado de Zorita pescaban salmones —que hasta aquí llegaban por el Pisuerga— o contemplaban las presas construidas por castores, cuya existencia también está probada. Felices realizamos el último tramo del camino bajo el agua pues al final ha parecido dura la parte final hasta Valoria.
Llegamos a Valoria la Buena acercándonos a la iglesia de San Pedro y haciendo honor al dicho “al pie de una iglesia hay otra iglesia” nos acercamos a ambas, ya en la última y ante unas rubias nos preguntan por nuestro devenir por tierras castellanas y contamos nuestro proyecto de la Ruta del Emperador.
Abandonamos la iglesia y nos dirigiremos hacia la izquierda para poder contemplar dos palacios que se sitúan junto al ayuntamiento y que pertenecieron a los Vizcondes de Valoria allá por los siglos XVII y XVIII realizados ambos en piedra con escudos de gran interés en sus fachadas. Siguiendo la calle, está una de las cruces que perteneció al antiguo Vía Crucis de en la Edad Media de los siglos X y XI, hoy denominada Cruz de San Martín.
Volviendo al centro del pueblo, podremos visitar un edificio que durante el día está abierto para que todo aquel que quiera pueda visitarlo. Es la Ermita del Cristo de la Esperanza, del siglo XVIII, de estilo barroco cuya nave está cubierta por una bóveda de cañón con lunetos y yeserías del XVIII.
Cabezón tiene de todo: páramo, laderas, valles, río caudaloso, y hasta el Canal de Castilla. Y por tener tiene, lo cual es patrimonio de no muchos pueblos, dos apellidos, ya que también se le conoce como Cabezón de Cerrato, además de Pisuerga. Por eso, durante las fiestas patronales de agosto, Cabezón recuerda su pasado ancestral con la Fiesta Vaccea, que rememora la forma de vida de aquellas gentes. Por Cabezón, al igual que por otros muchos términos municipales de la provincia, pasaron los rebaños merinos durante cientos de años. Al menos sabemos que, en cuanto se abrieron las comunicaciones entre las sierras y Extremadura, allá por el siglo XII, las grandes cañadas reales ya eran utilizadas.
Valoria la Buena es una localidad y municipio de la provincia de Valladolid, situada a 27 km al noroeste de la capital, en la comarca de la Campiña del Pisuerga y adscrita enológicamente a la Denominación de Origen Cigales. Destaca por su cultura, fiestas, tradiciones, gentes... Situada en un estratégico valle, es probable que el asentamiento proceda de época celtíbera. En el siglo XIV ya hay constancia de su denominación Valoria la Buena, del latín Vall-Aurea, es decir, valle aurífero, siendo su significado La villa del buen valle.
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