Los tonos ocres de una llanura que empieza a monopolizar todo y por ella se llega a la vega del Tormes y su puente romano para entrar en Salamanca, ciudad Patrimonio.
Partimos de Plasencia con algo de retraso, pero animados ante la etapa que nos espera, hemos de dar la bienvenida a otro errante andariego más Francisco Blázquez de Matías que inicia con nosotros su particular periplo. Llegamos a Morille, aparcamos en la misma puerta del Albergue de Peregrinos y nos vamos a tomar un café para comenzar bien el día, ya comienzan las primeras guasas y risas —incluso antes de comenzar a andar— de los que nos puede acontecer en nuestro paso por Salamanca, terminamos nuestro café y degustamos unos licores traídos de Extremadura.
El albergue de Morille marca el inicio de nuestra jornada. La travesía por sus calles es bien simple, nos limitaremos a seguir la calle Larga, que pasa al lado del albergue de peregrinos y que nos llevará a dejar el pueblo. A la salida, encontramos una pista rodeada de hectáreas y hectáreas de terreno. Tras varios toboganes llegaremos hasta la primera cancela, punto en el que cambia el paisaje, y nos internamos por una zona más agradable poblada de encinas. Tras una de las numerosas cancelas que vamos sorteando, las señales desaparecen por obra y milagro y, en lugar de tirar hacia la casa y finca que tenemos ligeramente a la izquierda, tenemos que seguir pegados al muro de piedra para cruzar el cauce de un arroyo y tras 150 metros girar a mano izquierda tras otra puerta. Continúa así otro bonito tramo por otra zona de carrascas y encinas, una de los últimos que podemos saborear porque en breve vemos al frente un universo menos verde y sí más ocre que nos anuncia la llegada de las pistas de concentración y el adiós al cobijo de la sombra. Pasamos junto a las casas de Aldeanueva llegamos en algo más de tres kilómetros hasta el cruce de Miranda de Azán, población que dejamos a mano derecha. En 400 metros llegamos al arroyo de la Fuente de la Porra, donde hacemos una parada y degustamos unas viandas extremeñas y reponemos fuerzas, de cara al objetivo —Salamanca— y continuamos por la pista otros tres kilómetros y medio, vislumbramos la alegría en el grupo y comenzamos a ser conscientes de que este va a ser un gran día y que nadie lo va a estropear.
Llegamos así hasta un alto y pequeño farallón rocoso conquistado por una cruz metálica donde hace equilibrios una miniatura de Santiago peregrino, aquí departimos con lugareños que nos realizan unas instantáneas y posteriormente departimos con ellos sobre el significado de Arapiles y sobre la batalla del mismo nombre —Samuel nos ilustras sobre la misma, diciendo: que las tropas aliadas, españolas, inglesas y portuguesas, mandadas por el duque de Wellington, vencieron a las francesas comandadas por Auguste Marmont, hecho de especial relevancia para la localidad, conocida especialmente por este hecho debido a lo trascendental de la batalla de Arapiles en la Guerra de Independencia—, también los lugareños nos ilustran sobre la geomorfología de la zona, diciéndonos que el terreno al norte del pueblo se eleva formando la colina denominada Teso de San Miguel que llena parte del vacío que hay entre el Arapil Chico y Arapiles, considerando arapil a la elevaciones del terreno, pues encontramos una referencia de la misma en su base. Al frente, Salamanca. Avivamos el ritmo y dejamos el trazado claro de la pista para entrar en una zona con una serie de charcas permanentes tras la que buscamos el paso bajo la autovía. Tras éste, llegamos a una rotonda y continuamos recto para bajar por una pista. Las flechas nos guían a través de sus paseos y nos llevan a pasar un pequeño túnel bajo las vías del tren. Llegamos así hasta una gasolinera y a la calle Carretera de Fregeneda. No hay más que cruzar la carretera y cruzar el puente romano sobre el Tormes, aquí realizamos multitud de fotografías y nos sorprende la amabilidad que irradian los paseantes que se ofrecen gustosos a ser artistas por un día —aquí somos conscientes de que esta andadura no hace nada más que comenzar— al igual que al inicio de la etapa dábamos la bienvenida a Francisco Blázquez (Paco, para los amigos), en esta ocasión tenemos que dar la bienvenida y gracias por su apoyo logístico al compadre de Samuel Conde y su hijo José Manuel, más tarde hizo labores de logística llevándonos a recoger los automóviles a Morille desde Aldeaseca). Estamos en Salamanca, o Salmantice, como prefieran. A la salida del puente, tras el verraco vetón, buscamos atentos las conchas repartidas por el suelo que por las calles hasta nuestra llegada a la Catedral que nos recibe majestuosa y con un esplendor, como el día que acontece, aquí un grupo entramos en la Catedral —a sellar— y el resto estira y reposa en los bancos y jardines adyacentes a la misma —aunque todos estaban llenos—, salimos y encaramos dirección a la Plaza Mayor, donde nos realizamos unas instantáneas y acordamos comer algo, nos vamos al Mercado de Salamanca, y allí encontramos un amigo —establecimiento hotelero— que nos deja sacar nuestras viandas y degustar su cerveza, dejar constancia que minutos antes un establecimiento cercano de las mismas características no nos dejó, con la consiguiente pérdida… allá cada cual… Dejar constancia que el hijo del compadre Conde, José Manuel, hizo alrededor de 500 instantáneas, mientras degustábamos de la ingesta con la cámara de Miguel y Samuel. Concluida nuestra ingesta, volvemos a la Plaza Mayor para continuar nuestro devenir hacia Aldeaseca de Armuña, —pero velahí— que todos estamos de acuerdo en que pasar por Salamanca y no tomar un café en él Cervantes, no es estar en Salamanca, por eso nos parapetamos en él mencionado establecimiento y degustamos café y unos licores de finas hierbas charras, las cuales realizan su efecto inmediato y nos lanzamos por al ruedo estudiantil —como no, ya puestos en faena— con unos pasacalles de tunas y extremeñas, que concluimos rápidamente por indicaciones —de que no se puede cantar— del público y propietarios, y como dice mi amigo Julián: “Cantar, cantar, no es que cantemos mucho, en todo caso, hemos berreado bien”, salimos para continuar nuestro viaje.
Una vieira de bronce guía nuestros pasos por la calle Zamora y el paseo del Doctor Torres Villarroel, donde veremos un mojón que señala la cifra de los kilómetros restantes a Santiago. Llegamos así a la glorieta Santiago Martín «El Viti», presidida por la majestuosa escultura de un toro bravo, y, tras ella, pasamos junto al colegio Santa Teresa Jesús y un centro comercial. Siempre en dirección Zamora vamos dejando atrás los puntos kilométricos 338 y 337 de la SA-11, que no es otra que la N-630, y tras una rotonda se alza ante nosotros la Plaza de Toros de Salamanca, donde realizamos unas fotografías y continuamos nuestro camino por la mencionada N-630 que nos lleva hasta el estadio de fútbol Helmántico —que se alza a nuestra derecha—. Extremando la precaución, ya que no hay pasos para peatones, sorteamos por debajo el puente de la A-62 y continuamos por el arcén de la N-630.
Unos metros antes del kilómetro 335 de la nacional unas flechas amarillas nos obligan, por fin, a salir del asfalto (Km 4,8) y a progresar por una pista hasta la cercana Aldeaseca de Armuña, a la cual llegamos tras 800 metros. Entramos por la calle Ruta de la Plata, luego calle Frontón, aquí se espera todo el personal para reagruparnos, —y mira tú que causalidad— un charro “Santiago”— al que le preguntamos por las iglesias de este localidad —y como buen Sacristán y Concejal— nos lleva a hasta la iglesia parroquial de “la Santa Cruz”, de una sola nave y está construida a base de grandes sillares perfectamente escuadrados. En el interior del templo hay un coro o tribuna clasicista de 1607. Además, en su interior, hay que destacar la capilla mayor que tiene un interesante ejemplar de la armadura mudéjar salmantina de mediados del siglo XVI, con una policromía muy interesante. Es una armadura ochavada de lazos con rosetas profundamente distribuidas, tiene dos espléndidos racimos mozárabes; destacan cuatro trompas acanaladas en forma de abanico, en los cuatro ángulos, decoradas con gran variedad de motivos ornamentales de orden vegetal y distinto en cada trompa y en cada canal. También, hay que señalar que en la capilla se encuentra un sagrario de especial importancia artística tallado por Martín de la Haya en 1559.
De vuelta a la realidad, seguimos sus indicaciones después de dejarnos el sello parroquial —sin tinta “seco”— e irnos a un establecimiento a refrescar nuestros resecos gaznates y como no sellar convenientemente las credenciales, para ir a ver a “Manolo” amigo de bregas del Santiago —en múltiples batallas suponemos— y degustar unas cervecitas y comer todo sea dicho. Aquí encontramos nuestra perdición, pues estamos en un Museo del Atlético de Madrid, que como no, como somos buenos peregrinos, aceptamos gustosos sus indicaciones y envites engrandeciendo nuestros estómagos y lubricando nuestras gargantas, que posteriormente generosas deleitaron —esta vez sí— al público presente, —incluida Doña Inés— última novia del compadre Conde, el cual degusta generosamente las viandas y licores del lugar, siendo su mancebo el que nos realiza las instantáneas de tal acontecimiento. Todos somos conscientes y así lo hicimos saber de regreso que pasamos un día extraordinario y peligroso —aunque no hubiera acabado aún— y que concluimos como no en el Sirimiri degustando una cerveza fresca después de un agitado día.
Salud y Libertad compañeros Peregrinos “Buen Camino”. Comenzamos a preparar la siguiente etapa…
Antes de que arribaran los romanos a España (año 217 a.C.), la zona que ocupa hoy Salamanca estaba poblado por los vetones, pastores trashumantes que evolucionaron hacia una vida más sedentaria construyendo castros para vivir e incluso complejos amurallados. El asentamiento de Salmantica debía extenderse en más de 20 hectáreas y, ya romanizado, sirvió de excelente mansio en el recorrido de la Vía de la Plata. Conocida también por el sobrenombre de Ciudad Universitaria o Ciudad Dorada, es Patrimonio de la Humanidad desde 1988 gracias a la belleza de sus monumentos, construidos con la piedra arenisca de la localidad salmantina de Villamayor de Armuña.
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