"El mejor remedio para el mal genio es una caminata larga."
Jacqueline Schiff
El santuario y monasterio de Guadalupe, con sus más de siete siglos de fe, devoción mariana y cultura, ha sido por méritos propios uno de los destinos preferidos de un buen número de peregrinos, viajeros, visitantes, turistas e ilustres personajes de la historia de España desde el siglo XIV y hasta la actualidad. La riqueza artística que encierran estos muros, unidos a la devoción y el fervor popular por la imagen de la Virgen, ha cautivado en todos los tiempos a personas de reconocimiento público, político, religioso, artístico y de otra índole, lo que sin duda ha contribuido a engrandecer este enclave monacal en todo el universo. La certificación de estas visitas, viajes o peregrinaciones, llega a nuestros días a través de los numerosos documentos, publicaciones, crónicas y otros testimonios escritos, realizados por los propios protagonistas o en los documentos monacales que los monjes han custodiado a través de los siglos.
A finales del siglo XIII o principios del XIV el pastor de vacas cacereño Gil Cordero, tras una milagrosa aparición, encuentra la imagen de la Virgen negra escondida en algún lugar de las profundas sierras de Las Villuercas. A partir de ahí se establece un santuario que comienza a recibir peregrinos de su entorno más cercano. Será hacia 1330 cuando el rey Alfonso XI de Castilla y de León (1311-1350) visite la zona, donde tenía uno de sus cazaderos de osos según consta en su famoso “Libro de la Montería”.
Este rey impulsó la construcción inicial del Monasterio de Guadalupe, en el año 1337, esto hizo que llegaran más peregrinos al santuario. Pero esta proyección histórica del monasterio va aún más allá de su recinto, y se creó una red de caminos, corredores culturales y naturales que dio lugar a un nutrido conjunto de patrimonio arquitectónico y de tradición oral, inmaterial, que aún es posible localizar. El devenir de los siglos fue borrando el trazado de los primitivos caminos en unos casos, y en otros remarcó su trazado afianzando las vías de comunicación. Todo ello sobre un territorio privilegiado y de enorme riqueza paisajística y natural, atravesando espacios naturales protegidos (parques nacionales, parques naturales, zepas,…), humedales, bosques, conjuntos de sierras y valles… con un alto grado de biodiversidad y muy buen estado de conservación.
El proyecto ITINERE 1337 de cooperación interterritorial formado por 17 grupos de acción local ha conseguido la recuperación de 12 caminos de peregrinación al Monasterio de Guadalupe, Patrimonio de la Humanidad, y ha puesto en valor corredores ecoculturales, ejes de ordenación territorial y motores para el desarrollo de las comarcas rurales que conectan. Creándose así, la red de Caminos a Guadalupe.
Los valores naturales de nuestro recorrido se complementan con un extenso patrimonio histórico, artístico y cultural, salpicado por cada uno de los trece municipios que atravesaremos. Una historia que queda reflejada en sus numerosos monumentos y vestigios: pinturas rupestres en Monfragüe, castillos y conventos en Belvís de Monroy, palacios históricos como el de las Cabezas de Casatejada, iglesias como la de San Blas en Toril (reconvertida en Centro de Interpretación de la Biosfera) o conjuntos históricos y artísticos de gran relevancia como la ciudad medieval de Plasencia.
El inicio de nuestro camino mariano se encuentra en Plasencia, fundada por el rey castellano Alfonso VIII en 1186, tras la reconquista de los territorios ocupados por los musulmanes. Apenas dos años después, el Papa Clemente III crea el obispado de Plasencia, que posteriormente en el siglo XIV entrará en confrontación con el arzobispo de Toledo, en la que ambos defendían que la iglesia de Santa María de Guadalupe debía situarse dentro de su diócesis, por estar ubicada entre los confines de ambas jurisdicciones eclesiásticas. El conflicto se resolvió a favor del arciprestazgo de Toledo, cuya diócesis se haría cargo del santuario bajo la gestión de un priorato secular, con autonomía y gestión plena para el recién creado cenobio.
En el siglo XIV era ya Guadalupe un centro de atención de inmigrantes, peregrinos y comerciantes, con residencia en el poblado que, poco a poco, crecía junto al santuario. Durante este tiempo creció al unísono la devoción a la virgen de Guadalupe, como lo demuestran las demandas que comportaban la licencia real para pedir limosnas por todo el reino a favor del santuario. Guadalupe no dejaría de crecer, adquiriendo propiedades y aumentado su influencia de poder regia a diócesis y señoríos cercanos, creando nuevas tensiones, por ejemplo, con el obispado de Plasencia. Poco después de la muerte del gran valedor del monasterio, Alfonso XI, el mitrado placentino don Sancho aprovechará la situación para incluir directamente bajo su jurisdicción a la reciente fundación religiosa que con tan buenas dotaciones parecía surgir. Consta que el prelado, con gran acompañamiento de gentes, tanto de a pie como a caballo, se presentó en Guadalupe con la intención de apresar al prior Toribio Fernández para encerrarle y sustituirle por otro que él mismo designara. Al no dar con el prior, que en ese momento se encontraba en Sevilla, rompió las arcas de la iglesia y se llevó 500 maravedís que pertenecían a la iglesia.
Expuestos los hechos ante el rey castellano Pedro I, éste dirige una misiva al obispo de Plasencia el 22 de julio de 1350, en la que ratifica el Patronato Real y el deseo de mantener su guarda y encomienda sobre la iglesia, por lo que de forma conminatoria ordena al obispo que no realice acciones en contra del monasterio y la devolución de cuanto de la iglesia hubiese tomado.
Sabemos también que en Plasencia partió el rey Fernando ‘El Católico’ hacia su último viaje, antes de fallecer en la localidad de Madrigalejo en 1516 cuando se dirigía a Guadalupe a celebrar un capítulo de la Orden de Calatrava, cuya encomienda quería ceder a su nieto Fernando (que más tarde sería conocido como Fernando I de Austria). Podemos conocer que su visita a Plasencia en diciembre de 1515 se debió al compromiso matrimonial de su nieta Ana de Aragón y el duque Alonso de Guzmán, con el objetivo de consolidar uno de los primeros ducados existentes en España, el de Medina Sidonia. También conocemos la residencia donde se hospedó el rey ‘Católico’ durante los días que permaneció en la villa, en el Palacio de los Monroy o de las dos Torres, morada habitual de don Fernando y doña Isabel en sus visitas a la ciudad.
Las fuentes y las crónicas históricas no parecen ponerse de acuerdo con el itinerario que recorrió nuestro rey, aunque sí sabemos que siguió gran parte de nuestro camino hasta las inmediaciones de Saucedilla, donde se desviaría al sur hasta Trujillo y La Abertura, por razones que aún desconocemos, para continuar su viaje hacia Madrigalejo.
Siguiendo nuestra vía de peregrinación y haciendo camino en un marco natural de gran belleza nos encontraremos con Malpartida de Plasencia, poblado pastoril al amparo de las vías pecuarias que discurren por el término, como la Cañada Real Trujillana. Y no nos detenemos, una vez introducidos en el extraordinario entorno de Monfragüe, hasta hallar la población de Villarreal de San Carlos, pequeña aldea incrustada entre los montes de Monfragüe y único núcleo urbano existente dentro de los límites del Parque Nacional (en él se encuentran las instalaciones de dirección y gestión del mismo, así como los servicios de atención al visitante). El origen de la fundación de la aldea de Villarreal de San Carlos se debió a la política de repoblación que el rey Carlos III impulsó, a mediados del siglo XVIII, para crear nuevas colonias en las desiertas faldas de Sierra Morena y otros lugares de escasa o nula población y evitar el aluvión de asaltos que se producían en la zona. Sin embargo, su fundación no se debió estrictamente a motivos coloniales, sino también a la necesidad de establecer un lugar de acogida para los numerosos viandantes que utilizaban la ruta de comunicación entre Plasencia y Trujillo y los peregrinos que se dirigían a Guadalupe.
Pero continuando por nuestro camino hacia el este, hasta tierras cercanas al embalse de Valdecañas (construido en la década de los sesenta del siglo XX), nos encontramos con Belvís de Monroy, localidad de la que ya hemos hablado en párrafos anteriores, para continuar por Valdecañas de Tajo, que antiguamente era atravesada por tres vías pecuarias usadas por la Mesta, dos de las cuales se dirigían a Guadalupe y la tercera a la comarca de los Ibores. La influencia de estas vías determinó, sin duda, el establecimiento de alquerías o casas de labor pertenecientes a los primeros señoríos, algunas de las cuales han perdurado hasta el siglo XX.
A partir de aquí nos adentramos en una zona rodeada de brezos, jaras y romero, antes de adentrarnos en la comarca de las Villuercas a través de Mesas de Ibor, en un terreno más accidentado y dominado por las formaciones cuarcíticas y las rañas propias del período apalachense. Atravesaremos para ello entidades locales e históricas de gran arraigo asociadas a nuestro camino, como Fresnedoso de Ibor, Robledollano, Roturas y Navezuelas, puerta de acceso natural a Guadalupe a través del antiguo camino de herradura hoy conocido como de Alfonso Onceno.
Múltiples referencias históricas y artísticas hallaremos en el atractivo Camino de Monfragüe, como hemos podido comprobar, unas más relevantes que otras, pero completamente fundamentadas y documentadas a lo largo de la tradición historiográfica española. Un viaje a la diversidad natural de uno de los ecosistemas mediterráneos más importantes de la península, el Parque Nacional de Monfragüe, y una vía de peregrinación ligada a múltiples hechos sucedidos en los albores del Renacimiento, como aquellos frailes franciscanos que partieron desde Belvís hacia la evangelización del Nuevo Mundo, divulgando y expandiendo en su cristianización a la virgen morenita de las Villuercas, que tantos milagros obraba en aquellas tierras extremeñas.
Nuestro Camino toma el nombre de uno de los espacios naturales más representativos de la geografía nacional y emblema de la conservación en Extremadura: el Parque Nacional de Monfragüe (monte fragoso). Los valores naturales de nuestro recorrido se complementan con un extenso patrimonio histórico, artístico y cultural, salpicado por cada uno de los trece municipios que atravesaremos. Una historia que queda reflejada en sus numerosos monumentos y vestigios: pinturas rupestres en Monfragüe, castillos y conventos en Belvís de Monroy, palacios históricos como el de las Cabezas de Casatejada, iglesias como la de San Blas en Toril (reconvertida en Centro de Interpretación de la Biosfera) o conjuntos históricos y artísticos de gran relevancia como la ciudad medieval de Plasencia. Fundada por el rey castellano Alfonso VIII en 1186, tras la reconquista de los territorios ocupados por los musulmanes. Apenas dos años después, el Papa Clemente III crea el obispado de Plasencia, que posteriormente en el siglo XIV entrará en confrontación con el arzobispo de Toledo, en la que ambos defendían que la iglesia de Santa María de Guadalupe debía situarse dentro de su diócesis. El conflicto se resolvió a favor del arciprestazgo de Toledo, cuya diócesis se haría cargo del santuario.
En el siglo XIV era ya Guadalupe un centro de atención de inmigrantes, peregrinos y comerciantes, con residencia en el poblado que, poco a poco, crecía junto al santuario. Poco después de la muerte del gran valedor del monasterio, Alfonso XI, el mitrado placentino don Sancho aprovechará la situación para intentar incluir directamente bajo su jurisdicción a la reciente fundación religiosa. Se presentó en Guadalupe con la intención de apresar al prior Toribio Fernández para encerrarle y sustituirle por otro que él mismo designara. Al no dar con el prior, rompió las arcas de la iglesia y se llevó 500 maravedís que pertenecían a la iglesia.
Sabemos también que de Plasencia partió el rey Fernando ‘El Católico’ hacia su último viaje, antes de fallecer en la localidad de Madrigalejo en 1516 cuando se dirigía a Guadalupe a celebrar un capítulo de la Orden de Calatrava.
Los doce apóstoles de Belvís: uno de los pueblos más representativos y significativos de nuestra ruta peregrina y de la evangelización hispana en el Nuevo Mundo, es Belvís de Monroy. Y es que la historia relata que desde el convento de San Francisco de Belvís partieron en 1523 doce misioneros hacia las nuevas tierras conquistadas, sembraron en el nuevo continente la devoción a la virgen de Guadalupe.
Ruta por el Geoparque Villuercas, Ibores, la Jara que nos lleva desde la localidad de Navalvillar de Ibor hasta la Puebla de Guadalupe atravesando paisajes de tipo apalachense.
Partimos desde Navalvillar de la carretera EX-118 en su cruce con el camino del Río Ibor, un camino encementado que baja zigzagueando hasta un puente de hierro y cemento sobre el río. Cruzamos éste y continuamos por una pista ancha hasta un desvío a la derecha por un camino más estrecho y con piedra suelta, hay que prestar atención al desvío ya que pasa algo desapercibido y podemos equivocarnos y tener que subir por el tupido y áspero monte.
En poco tiempo llegamos al Collado Alto, con bonitas vistas al anticlinal del Ibor, el Camorro de Navalvillar y al mismo pueblo, por un lado, y por el otro al valle del río Viejas y a la Sierra Alta. Iniciamos la bajada, primero por una senda estrecha que se convierte al poco tiempo en una cómoda pista, que atraviesa un alcornocal con algunos ejemplares espectaculares por su forma y tamaño y que tuvimos la suerte de ver varios de ellos con la saca de la corcha reciente.
Llegamos al río Viejas y le seguimos aguas arriba por su parte geográfica derecha, observando en sus orillas muchas casas de campo con plantaciones de cerezos, castaños, huertos y espacios con judías verdes o fréjoles, la perla de este valle. Dejamos un par de puentes a nuestra derecha hasta que llegamos a uno más amplio por el que cruzamos y seguimos subiendo por una pista asfaltada por la orilla izquierda, pasando por varios arroyos tributarios del Viejas.
Aquí tenemos la opción de visitar la localidad de Navezuelas, por donde pasa el río Almonte y caminar por el camino de Alfonso Onceno.
Tomaremos un antiguo camino que conserva algunos tramos empedrados. Ascendiendo, dejamos a la derecha el pico Carpintero (1271 msnm) hasta llegar al Collado de la Pariera (1240 msnm), situado en la Sierra Tejadilla y continuaremos hasta el Collado de los Ajos (1220 msnm). Desde aquí se pueden apreciar la formación Villuerquina o Apalachense de las Sierras de Guadalupe, desde donde contemplamos en la lejanía de las blancas cumbres de las Sierras de Gredos.
Descendemos hacia el Valle del Viejas por unos parajes vírgenes que frecuentaba Alfonso XI, donde le gustaba cazar por estas tierras e incluso lancear a los osos. Este paisaje nos ofrece pequeños huertos salpicados de cerezos y castaños. Ascendemos hasta el Collado de la Arena, por donde la ruta cruza la carretera.
La pista se convierte en camino de tierra y piedra suelta, dejando a nuestra derecha una majada ya abandonada y continuamos subiendo por donde nace el río Viejas, y después de algún que otro zigzagueo llegamos a una pista que lleva a la base militar de telecomunicaciones existente en la cima del Risco de la Villuercas (1601 msnm), el punto más alto de los Montes de Toledo. Desde este punto podemos visitar el cercano Pozo de la Nieve. Nosotros giramos a la izquierda por la pista hasta el Collado de la Arena, donde vemos indicadores del GR 119 (Ruta de Alfonso Onceno, de Navezuelas a Guadalupe), los cuales seguimos, atravesando varias pistas de las fincas particulares de esta zona, llegando a la carretera EX-118 a la altura de la ermita del Humilladero, (preciosa ermita del s. XV declarada Monumento Histórico Artístico), comenzamos a descender por el antiguo camino del agua, paralelo a la carretera EX-118 (Guadalupe-Navalmoral de la Mata), hasta llegar a la era de la Horca, antigua zona de ajusticiamiento de malhechores. Pararemos para ver magníficas vistas que nos ofrece la Puebla de Guadalupe, desde donde veremos el majestuoso Monasterio.
Proseguimos nuestro camino saliendo de asfalto por la derecha y vemos los carteles de los GR 117, 118 y 119 que, ya juntos, nos llevan por un camino en la parte derecha de la citada carretera hasta la Puebla de Guadalupe, pasando por el Hospital de Mujeres, el Arco de San Pedro, y el Parador de Turismo, llegando a la plaza y entrada principal del Monasterio, objetivo final de la caminata.
Iniciamos nuestra ruta en Navalvillar de Ibor. Salimos por el carril de Castañarejo, por su vertiente sur-este hasta que en breve giramos a nuestra izquierda para tomar el camino que nos dirige, por pistas, hasta el paraje conocido como la Garganta Salóbriga.
En todo este trayecto nos hallaremos rodeados de una frondosa vegetación arbórea, destacando robles, encinas, alcornoques, así como poblaciones de eucaliptos. Seguiremos avanzando en dirección este. Llegado el momento arribaremos a la llamada Casa-Hospital del Obispo, lugar pintoresco repleto de historia centenaria dentro del camino a Guadalupe usado por monjes y peregrinos durante siglos.
El Hospital del Obispo esta situado en el valle al que da nombre, valle del Hospital, rodeada de frescos prados y de frondosos robledales sirvió de refugio para “los peregrinos que pasan por montañas yermas, sin poblado alguno, y muchos mueren por el campo”, como se recoge en el privilegio que Pedro I el Cruel otorga en Sevilla el 12 de octubre de 1360 para que se funde una venta en el puerto de la Cereceda y se ponga a su servicio a dos matrimonios, vecinos de Guadalupe que tendrán viandas francas y libres y estarán bajo la autoridad del prior del monasterio. El lugar escogido es un antiguo refugio de caza de Pedro I o de su padre, el rey cazador, Alfonso XI. A finales del siglo XV, el edificio es ampliado por el canónigo de la catedral de Sigüenza don Diego de Muros, circunstancia de la que deriva el nombre de este hospital y de la dehesa que le circunda. Más tarde, el obispo de Cuba, don Juan del Castillo, dota de rentas a este hospital para que a cada peregrino se le socorriese con un pan de a libra. En este Hospital se ofrecía hospedaje y descanso a todos los caminantes que se dirigían a visitar a la Virgen Morena. Tuvo su mayor apogeo durante el siglo XV y XVI coincidiendo con el esplendor del monasterio de Guadalupe centro cultural y espiritual de la época. En el siglo XVIII ya se hallaba en decadencia esta obra pía, unida al abandono de esta vía de peregrinación, aunque todavía se da algún socorro a los pobres que pasan por allí.
A partir de aquí, continuaremos hacia el sur, llegando al Puente del río Pinarejo. En este trayecto en especial la arboleda en inmensa y las vistas excepcionales, continuamos y con posterioridad llegamos a otro puente sobre el río Ibor, el puente de Los Álamos. Una vez cruzado continuaremos hacia el sur y después de varios kilómetros llegaremos a la famosa Ermita del Humilladero, lugar de referencia obligada en Guadalupe.
La famosa ermita del Humilladero es una maravilla de la arquitectura, se sitúa en el cerro de las Altamiras. La ermita del Humilladero o de la Santa Cruz, fue realizada en el siglo XV, para que los peregrinos que accedían a la puebla por la ruta norte, pudieran orar al ver el santuario. En la construcción de la ermita se siguieron las mismas pautas que en el templete del claustro mudéjar del Real Monasterio. Posee planta cuadrada, realizada con ladrillo aplantillado y cuatro caras iguales con decoración gótica. Además, por esta ermita pasaron personajes como Miguel de Cervantes, que trajo sus cadenas de cautiverio de Argel como ofrenda a la Virgen de Guadalupe, a parte de otros personajes célebres. En el año 1931 fue declarada Monumento Nacional y además también es Bien de Interés Cultural. Ha sufrido varias remodelaciones, una de ellas en al año 1985 y la última en al año 2008. Muy cerca de la ermita, se ha acondicionado un mirador, desde el cual se pueden observar las magníficas vistas de la puebla y, por su puesto, de su Monasterio. Puesto que la zona del Humilladero es además punto de paso de hasta tres rutas de senderismo por la zona, se puede disfrutar en sus alrededores de hermosos paseos entre bosques de robles, pinos, castaños, etc., e incluso subir hasta la misma andando por el camino que discurre paralelo a la carretera.
Adoptando la forma de robusto templete, fue construida a finales del siglo XV para que los peregrinos que llegaban desde lugares distantes pudieran rezar al ver el Monasterio de Guadalupe y dar así gracias al Señor y a la Virgen por haber podido completar su viaje. De ahí a Guadalupe, siempre a la vista, una vista preciosa, por cierto, un paseo, teniendo en cuenta, además, que vamos bajando, de 890 metros de altitud del Templete hasta los 635 metros donde se halla Guadalupe, patrona de Extremadura. Habremos llegado a nuestro destino, al igual que hicieron los monjes desde Cuacos de Yuste.
Ruta por el Geoparque Villuercas, Ibores, la Jara que nos lleva desde la localidad de Navalvillar de Ibor hasta la Puebla de Guadalupe atravesando paisajes de tipo apalachense. Nuestra primera parte de la ruta será igual a la opción del río Viejas.
Partimos desde la travesía de Navalvillar de la carretera EX-118 en su cruce con el camino del Río Ibor, un camino encementado que baja zigzagueando hasta un puente de hierro y cemento sobre el río. Cruzamos éste y continuamos por una pista ancha hasta un desvío a la derecha por un camino más estrecho y con piedra suelta, hay que prestar atención al desvío ya que pasa algo desapercibido y podemos equivocarnos y tener que subir por el tupido y áspero monte.
De camino a Collado Llano, antes de llegar al arroyo Tabernillo nos desviamos a la izquierda equivocadamente, pero continuamos por esa pista pues no tenía grandes subidas y bajadas y después de valorar las su continuidad y las opciones existentes, decidimos continuar por ella, desde ella teníamos bonitas vistas al anticlinal del Ibor, el Camorro de Navalvillar y al mismo pueblo a nuestra espalda, y por el otro al valle del Río Viejas y a la Sierra Alta.
El camino serpenteante nos acercaba a Guadalupe paralelos al río Ibor, cruzando diferentes arroyos con una flora exuberante de fresnos, robles, castaños,… tambien nos encontramos con cultivos de cerezos, olivares, etc.
La famosa ermita del Humilladero es una maravilla de la arquitectura, se sitúa en el cerro de las Altamiras. La ermita del Humilladero o de la Santa Cruz, fue realizada en el siglo XV, para que los peregrinos que accedían a la puebla por la ruta norte, pudieran orar al ver el santuario. En la construcción de la ermita se siguieron las mismas pautas que en el templete del claustro mudéjar del Real Monasterio. Posee planta cuadrada, realizada con ladrillo aplantillado y cuatro caras iguales con decoración gótica. Además, por esta ermita pasaron personajes como Miguel de Cervantes, que trajo sus cadenas de cautiverio de Argel como ofrenda a la Virgen de Guadalupe, a parte de otros personajes célebres. En el año 1931 fue declarada Monumento Nacional y además también es Bien de Interés Cultural. Ha sufrido varias remodelaciones, una de ellas en al año 1985 y la última en al año 2008. Muy cerca de la ermita, se ha acondicionado un mirador, desde el cual se pueden observar las magníficas vistas de la puebla y, por su puesto, de su Monasterio. Puesto que la zona del Humilladero es además punto de paso de hasta tres rutas de senderismo por la zona, se puede disfrutar en sus alrededores de hermosos paseos entre bosques de robles, pinos, castaños, etc., e incluso subir hasta la misma andando por el camino que discurre paralelo a la carretera.
Adoptando la forma de robusto templete, fue construida a finales del siglo XV para que los peregrinos que llegaban desde lugares distantes pudieran rezar al ver el Monasterio de Guadalupe y dar así gracias al Señor y a la Virgen por haber podido completar su viaje. De ahí a Guadalupe, siempre a la vista, una vista preciosa, por cierto, un paseo, teniendo en cuenta, además, que vamos bajando, de 890 metros de altitud del Templete hasta los 635 metros donde se halla Guadalupe, patrona de Extremadura. Habremos llegado a nuestro destino, al igual que hicieron los monjes desde Cuacos de Yuste.
01 Plasencia
02 Malpartida de Plasencia
03 Toril
04 Saucedilla
05 Valdecañas del Tajo
07 Fresnedoso de Ibor
08 Navalvillar de Ibor
09 Guadalupe
Más información en: www.caminosaguadalupe.com
El Geoparque de Villuercas, Ibores y Jara está integrado en la Red Europea y Global de Geoparques, cuyo objetivo es valorar el patrimonio geológico y utilizarlo para desarrollar de forma sostenible los territorios en los que se asienta. Su característico relieve apalachense le hace destacarse como uno de los más antiguos de la Tierra, presentando una profusión de sitios geológicos de gran interés: la cueva de Castañar, el estrecho de la Peña, el sinclinal del Guadarranque, rico en icnofósiles, el anticlinal y el pliegue geológico del río Almonte, el paleocauce de Deleitosa, el anticlinal del río Ibor o las rañas de Cañamero; y una relación de paisajes de indudable interés como el valle del Guadalupejo, el desfiladero del Ruecas o las marmitas de gigante del río Ibor. El Geoparque se complementa con diversos y relevantes recursos arqueológicos y culturales, como las abundantes muestras pictóricas en cuevas y abrigos de Berzocana y del valle del Ruecas, o el hecho de albergar el monumento de mayor importancia artística, histórica y religiosa en la región, el monasterio de Guadalupe
comoquesofresco@gmail.com