Paisajes que dejan sin aliento, cuando al transitar por sus caminos centenarios, te deleitas con sus campos, con su flora, su fauna, sus antiguas estructuras de piedra, testigos vivos de los antiguos pobladores de nuestra zona, testigos ineludibles de su forma de vida y de su forma de ganarse la vida, testigos, en definitiva, de todas/os aquellos/as que nos dieron a nosotros/as, la gran oportunidad de sentirnos afortunados/as hoy.
Campos con olor a jara, a manzanilla, a brezo… olor a lumbre en las frías tardes de invierno, a romero quemado en la primera noche del verano, olor a tierra mojada, regada por arroyos y regatos donde antes se lavaba la ropa y hoy simplemente nos dejan disfrutar del agua corriendo por ellos, libre. Olor, a olivo y ha ganado, como seña de nuestro medio de vida.
Tradiciones que nos hacen viajar en el tiempo cientos de años, y que nos acercan a tiempos de pastores, pastores que dejaron en nuestras raíces grabado un auto sacramental de la Edad Media.
Costumbres que marcaron el carácter y la forma en la que entendemos nuestro pueblo, porque nos gusta celebrarlo todo, con el único fin de pasar tiempo con los nuestros, y porque ninguno/a de nosotras/os podemos resistirnos a unas migas, tomadas con café, unos morros, unos bollos fritos en el desayuno, o una elaborada caldereta de cordero o de cabrito de nuestro campo, y un largo etc. de la gran variedad gastronómica de la que disponemos, y que no puede faltar en nuestras mesas en cada una de las celebraciones, y que por supuesto, no dudamos en dar a probar a todo aquél que visita nuestro pueblo.
Pero si por algo se caracteriza este tramo, es por el calor de su gente, por su hospitalidad y por su acogimiento hacia todos aquellos que vuelven buscando sus raíces, y con quiénes vienen buscando simplemente, un lugar tranquilo donde poder descansar.
Partimos de Montehermoso dirección norte por un camino encementado dejando a la izquierda la ermita de San Antonio, para tomar, 500 metros más adelante, un desvió a la izquierda que nos llevara a Aceituna a través de un camino tradicional, perfectamente delimitado por las paredes de las fincas colindantes.
Es esta una zona de barruecos y encinas, de pastos y vacas, de retamas y zarzales, donde la vista se pierde en el amplio horizonte. Las sorprendentes formaciones rocosas están cargadas de misterio y de historias: la cueva de la Bruja, la piedra del Moro, los lugares por donde anduvo el bandolero Daniel Andares…
Llegamos a Aceituna, entre olivares, como no podía ser de otro modo. Son los primeros que nos encontramos en nuestra ruta y ya no dejaremos de ver olivos en el camino, conviviendo con robles, castaños, madroñeras, jaras, brezos,…, hasta pasada Herguijuela de la Sierra, de camino a la Alberca.
Parte del camino de Montehermoso a Aceituna está perdido, tomado por las zarzas y las escoberas se hace casi intransitable. Como especificamos más adelante, es necesaria una actuación contundente de desbroce, limpieza y posterior mantenimiento, hasta que la inercia de la naturaleza sea reemplazada por el transitar de los caminantes y el mantenimiento autónomo del camino.
Atravesamos Aceituna, dejando a nuestra izquierda la plaza donde se encuentra la escultura que homenajea a los tamborileros —nosotros tambien hemos utilizado la estatua para felicitar el cumpleaños José Luis Castañón nuestro trauma particular…— guardianes de un valioso patrimonio inmaterial. Tomaremos la calle Tenerías para llegar por un camino encementado a la carretera CC–8.1, que seguiremos en dirección Norte hasta coger el camino a la derecha, desdibujado y perdido en muchos de sus tramos, entre las fincas.
Vacas y pozos salen a nuestro encuentro, encinas y olivos. Una gran laguna nos sorprende: es “la calera” una antigua mina a cielo abierto de la que se extraía cal. Al lado, algunos restos de un edificio donde se procesaba. Aquí, volvemos a encontrarnos de nuevo con la carretera CC–8.2 por la que transitaremos poco más de 1 km antes de llegar a Santa Cruz de Paniagua girando a la izquierda por el camino del Cristo.
A la entrada de este pueblo nos sorprende una pequeña construcción, de no más de diez metros cuadrados de planta, reciente restaurada, es la ermita del Cristo. La consolidación de este edificio, así como la incorporación de una intervención artística en este punto, supone la puesta en valor y singularización del mismo, de un modo atractivo y coherente con el proyecto que nos ocupa. Sin duda esta pequeña joya, necesitaría de atención y de un tratamiento individualizado, dentro del proyecto.
El camino entre Santa Cruz de Paniagua – El Bronco y Palomero sale por el Teso del Royo hacia las Lagunillas y transcurre por pista, después por camino público, atravesando fincas. Nos encontramos con algunos cercados sin candados, es conveniente dejar las puertas cerradas, probablemente por miedo a que el ganado se escape al dejar los caminos puerta abierta. En las Lagunillas giramos a la izquierda entrar y salir de El Bronco por la carretera EX–205 de Hervás a Villanueva de la Sierra, a la salida tomamos un camino a la izquierda que nos llevara a Las Eras por donde accederemos a Palomero.
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